Época: Bronce Final
Inicio: Año 1300 A. C.
Fin: Año 700 D.C.

Antecedente:
Las artes durante el Bronce Final en Europa

(C) Emma Sanchez Montañés



Comentario

En 1823, cerca de Caergwrle Castle, en Clwyd (Gales) apareció un barco votivo de notable calidad artística. Está trabajado con una pericia enorme, y, sin duda, se hizo por motivos religiosos. Hasta recientemente se le creyó tallado en madera de nogal, pero ha resultado ser, tras los análisis petrográficos y paleontológicos, de esquisto bituminoso procedente de la Bahía de Kimmeridge, en Dorset. En la popa y en la proa esta nave se enfrentaba ideológicamente a la superficie del mar con dos grandes oculi (ojos); en el casco, zig-zags escalonados y tallados aluden a las olas; sobre las olas penden dientes alargados que son remos; del borde del bajel cuelgan discos de oro laminado que pudieran ser escudos. Las láminas de oro se pegaron al soporte de esquisto con un óxido de estaño, y se extendieron a los remos y a los oculi tallados. No cuesta mucho esfuerzo, pues, imaginar este barco cumpliendo una función sagrada.
De los talleres de bronce nórdicos salieron una serie de figurillas en actitudes rituales que parecen haber formado grupo con otras estatuillas y representando todas ellas escenas de culto. Arrodilladas, o dobladas, el broncista dejó un apéndice en su base que permitiese fijarlas a un soporte. Esta plataforma tiene bastantes probabilidades de ser un barco. Al menos en un ejemplo: la estatuilla con casco de cuernos y hacha, realizada a la cera perdida, que fue recuperada en el hallazgo de Grevensvaenge (Römeboek, Dinamarca), la cual coincide en todo con la ilustración de la navaja de Vestrup. Su acompañante se contorsiona hasta doblarse, en un gesto decididamente dramático y ritual. El hombre provisto del casco de cuernos pudo ser un guerrero, un héroe, un dios o las tres cosas a la vez.

Las figurillas de Grevensvaenge tripulaban una nave que pudo ser por sí misma objeto de adoración. La nave ritual reaparece en un hallazgo de varias figurillas acaecido en Fardal (Víborg, Dinamarca). La más sobresaliente de todas ellas es una mujer, arrodillada, realizada mediante varios moldes, con el pecho al descubierto, mano derecha alzada enarbolando un objeto perdido, torques retorcidos al cuello, y ojos muy saltones con incrustaciones de oro. Esta damita de Fardal tiene toda la apariencia de ser una diosa. Iría, según la reconstrucción del hallazgo, en un barco tirado por dos prótornos con cornamenta de ante, y acompañada de un símbolo-serpiente.

A un objeto de uso, un cuchillo, pertenece otra estatuilla femenina salida de los talleres nórdicos a fines de la Edad de Bronce, y hallada en Itzehoe (Holstein, Dinamarca). El cuchillo debió de servir a altas funciones y así lo hace creer la actitud reverencial de la figura, portadora de un objeto sagrado universal: el vaso de ofrendas líquidas.

Omnipresente en el terreno ideológico es la figura del toro. Si este animal entra en la esfera de lo sacro por ser ante el hombre un reto de poder físico, el ejemplo del toro de Spjuterum (Suecia) transmitió su mensaje soberbiamente. Tal toro, formado por placas martilladas, y unidas con clavos de la misma manera que los calderos, es un ejemplar que realmente causa pavor.

Solo o acompañado de otras figurillas, es difícil imaginarlo en otro contexto que no fuese ritual.

Aunque la prueba no está al alcance de la mano, productos más comunes de la toréutica nórdica sólo justificarían su calidad técnica en función, en última instancia, de una alta misión. Se ha creído que ciertos vasos de bronce, repujados y decorados con los círculos, sogueados, y puntos propios de la orfebrería centroeuropea y atlántica, pudieron ser exportados a Escandinavia. Pero en las latitudes nórdicas se les añadió asideros prolongados en el estilizado cuello de un cérvido con cornamenta, el antílope propio de aquellas laderas. La apariencia metamorfoseada de este animal sale al encuentro, por ejemplo, en el prótorno del vaso de Borgbjerg (Dinamarca). Un estilo plástico se engendró y resolvió en el Bronce Final nórdico con características y temas propios, al servicio de funciones religiosas. Extraña combinación la de una cabeza humana y la de una cabra de cuernos retorcidos, asimilación que se diría más propia de las estepas orientales que de la Europa nórdica.

Sin embargo, hasta aquí llega un orientalizante muy especial, esotérico y expresionista. Una de sus manifestaciones es esa transfiguración en cabezas de hombre y cabra que se recoge en un alfiler de Rovalls (Vänge, Gotland), en Suecia. A primera vista, y sin conocer la procedencia, podría atribuirse a una tradición artística del otro lado del Continente, en tierras euroasiáticas. Sin embargo, el contexto del hallazgo, ocurrido en un depósito que contenía fragmentos de brazaletes de bronce, una punta de lanza de bronce, pinzas de depilar y una barra, asimismo de bronce, y una placa de oro que sirvió de brazalete, ratifican su raigambre local, y advierten sobre las coincidencias plásticas en puntos muy distantes y en épocas diversas durante el final de la Prehistoria europea.